CAMINA PERO

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NUNCA DEJES DE CAMINAR.

viernes, 27 de febrero de 2015

MANUAL DE UN PADRE NOVATO. EMBARAZO PARTE 2.



Semanas 30 a término.


Uno quiere que las cosas que transcurran lentamente y sin problemas. Pero, en ocasiones, surgen problemas no previstos. Uno de los que puede suceder en el embarazo es la placenta previa oclusiva. No es un grupo de la movida madrileña de los años 80. Tecnicismos apartes se trata de un órgano efímero que recubre el feto y que, cuando es oclusiva, impide la salida natural por el orificio adecuado. Ya puedes poner señales, luces de neón, etc que no va a servir de nada. Imposible.


Lo peor de este tipo de casos es que cualquier mínimo esfuerzo conlleva un riesgo de sangrado en la zona. Y eso es lo que nos sucedió en la semana 30. Las caras de ilusión y emoción se transforman en miedo, impotencia, acojone. Todo ello de proporciones gigantescas, hercúleas, inmensas...da igual el calificativo que se adjunte, se queda corto.


Pese a que en el peor de los casos el niño tuviera que ser sacado del vientre de su madre, podría conllevar muchos problemas para el desarrollo del feto, además de estar mucho tiempo en la incubadora y sin tener maduros sus órganos vitales, principalmente los pulmones.


Ya en el hospital los profesionales sanitarios (mil millones de gracias, por cierto) nos dijeron que los sangrados con ese tipo de placenta son frecuentes en el algún momento del embarazo.


Por suerte, solo tuvimos que pasar un fin de semana en el hospital con todos los gastos pagados y sin más complicaciones que estar "durmiendo" en un recinto hospitalario. Y hacer la previa para cuando nazca el niño.


Por desgracia, lo complicado venía a partir de la llegada a casa. Reposo (más que) relativo de la madre y acompañada siempre de una persona para que no estuviera sola y en el caso de un nuevo sangrado ir corriendo ipso facto al hospital.


Esas semanas son duras. Muy duras. Uno se tiene que multiplicar, por dos o tres, tener más brazos que Shiva y pedir favores, a familia, amigos...y restringir sus salidas, por lo que se hace un previo para cuando nazca el niño y no se pueda salir de casa por la noche (va a nacer en invierno).


Sin embargo esos momentos se hacen más livianos y llevaderos cuando, además de la inestimable ayuda de la familia y amigos que están a su alrededor, también, desde la distancia, uno recibe regalos, cariño y notas que te envuelven en un abrazo enternecedor.








Un gran regalo “basuras”.





La clave era aguantar hasta la semana 34, cuanto menos. Ese era el objetivo, la meta a la que llegar, parecían pocas semanas, pero un mes que se pasa extremadamente lento, que tras el susto previo, uno quiere que el tiempo pasé rápido pero seguro.


Pasadas esas semanas solo queda concretar la fecha de salida, la fecha de la evacuación, el momento de decir al niño "...ven hacía la luz". Y como no puede salir por el sitio natural se tiene que programar una cesárea.





Y ese momento se confirma en un “Libro de cesáreas”. Es  verdad que se pierde el romanticismo de salir a toda prisa con el coche, sacar un pañuelo blanco (qué imagen más ochentera) y aguantar los apretones de mano y desgarradores gritos de la mujer parturienta.





Pero por otro lado, al ser mi mujer y yo de dos lugares diferentes, separados geográficamente por cientos de kilómetros, puede organizarse una excursión de los abuelos paternos para que vean la cara a su primer nieto varón.





Por lo demás, el día señalado, ese mágico 29 de diciembre, se llevan a tu mujer a que le realicen una incisión y sacar al niño (por cierto otro pequeño consejo, no veáis la serie “The Knick” ni videos de cesáreas hasta que no salga el bebé. De nada) mientras tú te quedas fuera esperando noticias y calmando los nervios a base de fortalecer la mandíbula masticando tres millones de chicles y morderte las uñas, padrastros y toda piel que circunde los dedos.





Hasta que oyes las palabras mágicas…el marido de…y pasas a una sala, y una señora vestida de verde te dice muy seriamente que ahora eres el responsable de ese pequeño ser que llora y tiene ese color tan tiernamente blanquecino, y tú, abotargado por la falta de sueño y porque quieres estar junto a él, y emocionarte, y, por qué no, soltar alguna lagrimilla, dices que sí, que tú eres el tío más responsable del mundo, y menos mal que no está tu madre cerca para desdecirte, y que firmas lo que sea, con sangre si hace falta, pero ya.





Y aquí empieza otra aventura.