CAMINA PERO

CAMINA PERO
NUNCA DEJES DE CAMINAR.

sábado, 8 de agosto de 2015

Verano

Se despertó con la bruma de la resaca en la boca. Masculló algo ininteligible y se esforzó incorporándose en el filo de la cama que tenía más cerca.
Se levantó, izó la persiana y observó el deslumbrante mar de color turquesa y arena blanquecina.
Ante esa imagen sólo pudo sonreír mientras se acariciaba el mentón y bostezaba.
Bajó la persiana y se dirigió al baño. Se aseó levemente y cayó nuevamente en la cama.
Al despertar fue consciente del paso de muchas horas y de una sensación de ahogo insoportable.
Levantó de nuevo la persiana, esta vez más lentamente y comprobó el ruidoso tráfico y los sucesivos toques de claxón.
Se le había olvidado que la oposición que preparaba estaba en la ciudad esperando como cada mañana.

jueves, 19 de marzo de 2015

Manual de un padre novato. Miedos e inseguridades. Primeras semanas.


Unos días antes de que salga el niño mi miedo irracional e incontrolable era que al tocar la tripa de su madre no lo sintiera. Tengo que contar las patadas que da, y si no patea en cinco minutos me entra un sudor frío y escalofríos. Proveo entonces de azúcar o intento estimular que pateé la tripa con ganas. Hasta que ¡PUM! Alivio al fin.



Todo este miedo está provocado por que alguien te dice que ha oído, que ha escuchado, que a la prima de su cuñada le pasó que no notaba al niño y se lo encontraron fallecido. Ese miedo que es irracional se vuelve racional y cuenta encima con cierto criterio médico. No busqué en google para que el miedo no me paralizara.



Una vez que nace, y aceptada la responsabilidad tan firmemente dictada por la matrona, mi otro miedo, un miedo primigenio y que arrastro desde mi más tierna infancia, y que me ha impedido coger a mis sobrinas o hijos de amigos recién nacidos, es eso, coger al bebé (que me perdonen mis amigos argentinos). Esa apariencia de fragilidad me paraliza y tensa todos los músculos de mi cuerpo. Un día intentando dormir pensé que al dármelo se me caería y tensé mis músculos de tal manera que ni pude dormir ni pude realizar cualquier acto con mis manos, se quedaron como las de un clip de playmobil.



Y ello viene provocado por la imagen que vi en la serie de “Fortunata y Jacinta” la serie de TVE de Mario Camus. Creo que era el personaje de Ana Belén que estaba durmiendo con un bebé en una mecedora, se duerme, y se le cae haciéndose mil pedazos cual jarrón de porcelana. He intentado encontrar un video en youtube pero me ha resultado imposible. De todos modos la serie está entera por si tenéis mucho tiempo libre. Creo que era un sueño, pero a la tierna edad en que vi esas imágenes me causaron tal impacto que aún en esta época me sigue marcando. De hecho, cuando era pequeño no cogí a mi hermana (nos llevamos ocho años de diferencia) hasta que no estaba bien gorda y grande.



Pues este miedo se disipa, se va, se diluye cual azucarillo en café, cuando te dan a tu niño. 

Como la madre está recuperándose de la intervención, y hasta que no recupere la movilidad en las piernas tras la anestesia local, el “piel con piel” lo realiza el padre, en este caso yo. No me pilló por sorpresa porque como todo estaba organizado y previsto, y advertido por la matrona, sabía que me iba a tocar a mí, por lo que iba adecuadamente vestido con una camisa para poder abrírmela sin necesidad de quitarme la ropa y provocar el horror entre el personal sanitario. Eso sí, lo de tener el six pack no llegué a tiempo, mediando navidad además y sus comidas pantagruélicas.



En ese momento te ponen una lámpara que da mucho calor para los dos, y te ponen esa cosita que lleva tu componente genético. Su cara, sus manos, sus pequeños gestos. Sus primeros estornudos. La primera vez que su mano agarra con fuerza tu dedo, cualquiera de ellos. Saber,ser consciente que esa mano tiene tu carga genética, y agarra con fuerza tu dedo. Ni agujeros de gusano ni leches. Es un momento mágico, emocionante e indescriptible.



Y sabes que no se te va a caer. Ese miedo que lleva pegado a ti tanto tiempo se evapora conforme pasa sus primeros minutos contigo. Y cuando ya llevas las dos horas que precisa la madre para poder tener movilidad lo das por seguro.



Pero superar ese miedo no te exonera de tener más miedos. ¿Será uno capaz de vestir al niño? ¿De poner el pañal correctamente? ¿De, si no coge el pecho, dar el biberón?.



Una vez más el miedo a los desconocido, al dragón que se creían que se iban a encontrar al cruzar el océano cuando buscaban Las Indias.



Pero todo se supera. Poco a poco vas poniendo adquiriendo la práctica para realizar esas pequeñas tareas que no puede realizar la madre porque ¡le acaban de abrir por debajo del abdomen para sacar un bebé!!. Y el que desconfíe de lo que supone eso, ahora sí, buscar en Youtube cesáreas, os va a impactar más que ver solos “The ring” una noche desapacible.



Los primeros días en el hospital son duros, muy duros. Visitas, sillones incómodos, habitaciones llenas de visitas a todas horas (y cuando digo a todas horas es a todas horas) con el nivel de educación nivel “hooligan”. En fin, gente maleducada, bien educada, ciudadanos todos, los servicios públicos los pagamos todos (unos más que otros tengo que añadir) pero el derecho al disfrute conlleva unos deberes y obligaciones, y el más sagrado de ellos es el del descanso. Así que la gente que vaya a primera o a última hora decirles amablemente que se vayan a sus casas. Y si queréis batir un récord guiness de meter gente en una habitación, superar el récord en vuestras casas, no en el hospital, por favor.



En nuestro caso, pasamos tres días en el hospital evitando los intentos de ciertas enfermeras y auxiliares de querer colarnos el biberón a toda costa. Como somos pro-lactantes rehuíamos ese tipo de intentos pero porque estábamos previamente concienciados. Pero la insistencia de algunas personas era constante. Menos mal que hay personal pro-lactancia y que nos apoyaron.



Si habéis contado bien, teniendo en cuenta que nació el 29 de diciembre, y pasamos tres días, abandonamos el hospital el 1 de enero. Un año nuevo en toda regla. No voy a hacer mención a pasar la nochevieja en el hospital, pero solo podemos decir que menos mal que no vimos las campanadas en Canal Sur.

Una vez en casa, los primeros dias son de adaptación, más que las de un jugador inglés a la liga española.
 
Empezáis a distinguir sus lloros y lamentos. El grito de !!!!Nieeee!!! significa hambre. Pero hambre como cuando uno era adolescente y volvia a las 6 de la mañana y abría el frigorífico encontrando un resplandeciente y brillante filete de pollo empanado. Ese tipo de hambre que,tras ser saciada,te deja narcoleptico en la cama. Pues igual con los bebés.


Uno va asombrándose con las pequeñas cosas que hace una criatura de pocas semanas e intenta ponerle nombre.
Por ejemplo, al acto de comer de la teta y dormirse posteriormente sin más dilación lo denomino "comuerme".


Al acto de bostezar y tener hipo al mismo tiempo lo denomino "bostipo".


Igual que el hecho de bostezar y estar comiendo lo llamo "bostiendo".



Otra de las cosas que va uno aprendiendo son sus momentos de dormir. Por mucho que oigáis a los abuelos/as eso de "no le cojas, que se acostumbra a los brazos" os remito a lo que dice el pediatra Carlos González, un bebé de escasas semanas no sabe lo que son unos brazos pero si el confort y el calor que aportan los brazos de sus padres. De todos modos, creo que no pasa nada por dar cariño al bebé, más bien todo lo contrario.


Para hacer más fácil esa tarea hay unas estupendas mochilas portabebés. Son cómodas y te permiten mover los brazos, y el bebé se siente lo suficientemente recogido y cómodo como para dormise plácidamente. Pero en ocasiones hay pequeños inconvenientes...
Me puse al niño en la mochila, sobre todo para que su madre pudiera dormir y descansar. Pero una vez que se durmieron los dos, un proceso biológico natural me vino de repente. Ya sabéis lo que pasa con el café del desayuno. Cuando uno tiene que sacar la leña al patio con urgencia uno ve con mayor claridad pero en ese momento...no me pareció bien despertar a mi pareja dejándole al niño, ya que estaba descansando, por lo que...no tuve más remedio que ir al WC con él en la mochila. Ni se enteró, eso por las veces que yo tengo que ver su caca. Aunque pienso que es probable que me arrepienta y luego cuando tenga dos o tres años irá conmigo al baño privándome de toda intimidad.

Otro cambio brutal son las canciones que uno se inventa para dormirle. Las mías están adornadas de esos ecos que provienen de los estadios de fútbol. Por ejemplo "Este chiquitín,--- tiene que dormir". 
O "Pezón, pezón, pezón, hemos venido a por la teta,el biberón nos da igual"


Y el cambio más brutal es el ritmillo que uno adquiere meciendo el carrito para que se duerman. Uno llega a provocar mini temblores lo suficientemente buenos como para que abrace a Morfeo. El problema es que ese ritmo se te queda en otras tareas cotidianas. Me sorprendí a mi mismo meciendo el carrito del supermercado ...y encima los tomates no se dormían.


En fin, tras estas primeras semanas es verdad que la vida cambia. Pero, sin duda alguna, A MEJOR.

viernes, 27 de febrero de 2015

MANUAL DE UN PADRE NOVATO. EMBARAZO PARTE 2.



Semanas 30 a término.


Uno quiere que las cosas que transcurran lentamente y sin problemas. Pero, en ocasiones, surgen problemas no previstos. Uno de los que puede suceder en el embarazo es la placenta previa oclusiva. No es un grupo de la movida madrileña de los años 80. Tecnicismos apartes se trata de un órgano efímero que recubre el feto y que, cuando es oclusiva, impide la salida natural por el orificio adecuado. Ya puedes poner señales, luces de neón, etc que no va a servir de nada. Imposible.


Lo peor de este tipo de casos es que cualquier mínimo esfuerzo conlleva un riesgo de sangrado en la zona. Y eso es lo que nos sucedió en la semana 30. Las caras de ilusión y emoción se transforman en miedo, impotencia, acojone. Todo ello de proporciones gigantescas, hercúleas, inmensas...da igual el calificativo que se adjunte, se queda corto.


Pese a que en el peor de los casos el niño tuviera que ser sacado del vientre de su madre, podría conllevar muchos problemas para el desarrollo del feto, además de estar mucho tiempo en la incubadora y sin tener maduros sus órganos vitales, principalmente los pulmones.


Ya en el hospital los profesionales sanitarios (mil millones de gracias, por cierto) nos dijeron que los sangrados con ese tipo de placenta son frecuentes en el algún momento del embarazo.


Por suerte, solo tuvimos que pasar un fin de semana en el hospital con todos los gastos pagados y sin más complicaciones que estar "durmiendo" en un recinto hospitalario. Y hacer la previa para cuando nazca el niño.


Por desgracia, lo complicado venía a partir de la llegada a casa. Reposo (más que) relativo de la madre y acompañada siempre de una persona para que no estuviera sola y en el caso de un nuevo sangrado ir corriendo ipso facto al hospital.


Esas semanas son duras. Muy duras. Uno se tiene que multiplicar, por dos o tres, tener más brazos que Shiva y pedir favores, a familia, amigos...y restringir sus salidas, por lo que se hace un previo para cuando nazca el niño y no se pueda salir de casa por la noche (va a nacer en invierno).


Sin embargo esos momentos se hacen más livianos y llevaderos cuando, además de la inestimable ayuda de la familia y amigos que están a su alrededor, también, desde la distancia, uno recibe regalos, cariño y notas que te envuelven en un abrazo enternecedor.








Un gran regalo “basuras”.





La clave era aguantar hasta la semana 34, cuanto menos. Ese era el objetivo, la meta a la que llegar, parecían pocas semanas, pero un mes que se pasa extremadamente lento, que tras el susto previo, uno quiere que el tiempo pasé rápido pero seguro.


Pasadas esas semanas solo queda concretar la fecha de salida, la fecha de la evacuación, el momento de decir al niño "...ven hacía la luz". Y como no puede salir por el sitio natural se tiene que programar una cesárea.





Y ese momento se confirma en un “Libro de cesáreas”. Es  verdad que se pierde el romanticismo de salir a toda prisa con el coche, sacar un pañuelo blanco (qué imagen más ochentera) y aguantar los apretones de mano y desgarradores gritos de la mujer parturienta.





Pero por otro lado, al ser mi mujer y yo de dos lugares diferentes, separados geográficamente por cientos de kilómetros, puede organizarse una excursión de los abuelos paternos para que vean la cara a su primer nieto varón.





Por lo demás, el día señalado, ese mágico 29 de diciembre, se llevan a tu mujer a que le realicen una incisión y sacar al niño (por cierto otro pequeño consejo, no veáis la serie “The Knick” ni videos de cesáreas hasta que no salga el bebé. De nada) mientras tú te quedas fuera esperando noticias y calmando los nervios a base de fortalecer la mandíbula masticando tres millones de chicles y morderte las uñas, padrastros y toda piel que circunde los dedos.





Hasta que oyes las palabras mágicas…el marido de…y pasas a una sala, y una señora vestida de verde te dice muy seriamente que ahora eres el responsable de ese pequeño ser que llora y tiene ese color tan tiernamente blanquecino, y tú, abotargado por la falta de sueño y porque quieres estar junto a él, y emocionarte, y, por qué no, soltar alguna lagrimilla, dices que sí, que tú eres el tío más responsable del mundo, y menos mal que no está tu madre cerca para desdecirte, y que firmas lo que sea, con sangre si hace falta, pero ya.





Y aquí empieza otra aventura.