CAMINA PERO

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NUNCA DEJES DE CAMINAR.

jueves, 21 de marzo de 2013

EL FÚTBOL ES MI REALIDAD (PARTE 1).






 “EL FÚTBOL ES MI REALIDAD”






















                        PARTE 1. ESTADOS UNIDOS. 1994.
1994. Qué esperanzas tenía ese año. Repasaba una y otra vez esos nombres. Zubizarreta. Cañizares. Lopetegui. Ferrer. Nadal. Sergi. Voro. Otero. Alkorta. Abelardo. Camarasa. Hierro. Guardiola. Bakero. Caminero. Guerrero. Felipe. Beguiristain. Luis Enrique. Juanele. Goicoetxea. Julio Salinas.
Repasaba sus equipos, sus edades, sus caras. Una y otra vez. El póster que coloqué en mi habitación me ayudaba en ocasiones. A mis 15 años, mi ingenuidad y candidez eran más poderosas que mis hormonas, aún contenidas y reprimidas. Sí, vale, me la meneaba (¿quién no?) pero el consabido miedo al ridículo, a las negativas y al desconocimiento del incipiente mundo femenino me provocaban centrarme en otras cosas. Bueno, no. En una multiplicada por ene veces. En fútbol. Fútbol. Fútbol. Y fútbol. Bueno y deportes en general.
Y llegó el momento esperado. Yo pensaba que era hora de desgafar a nuestra selección y que tendríamos que ganar ese Mundial. Estados Unidos. Un país tan venerado como despreciado. Me incluía entre estos últimos por el simple hecho de que no sabían que iban a celebrar un mundial de fútbol. Soccer lo llamaban. Ignorantes.
España estaba encuadrada en el grupo del actual campeón, Alemania, Bolivia y Corea del Sur. Contra estos últimos empezábamos el torneo. Mis nervios no me dejaban concentrarme en nada, ni siquiera en una desganada paja. Mi padre me empezó a contar “Diego, no te hagas ilusiones”, que él había visto como “esta gente” la cagaba muchas veces, que si un tal Cardeñosa, que si Naranjito, que si el penalti de Eloy, bla bla, aunque sé que si me contaba esas cosas era porque él también creía en que pudiéramos ganar algún Mundial o una Eurocopa. De esas cosas no me acordaba mucho, sé que siendo muy pequeño metimos 12 goles a una selección insignificante, Malta (durante muchos años siempre dije Manta) y poco más. Los recuerdos eran nebulosas en mi cerebro, recordaba goles y partidos pero más de lo que había oído, leído y visto posteriormente que de esos momentos. Además llegué a la firme convicción que en esos momentos carecía de profundos y sólidos conocimientos futbolísticos, y que ahora, en ese momento, si los tenía, basándome en que sabía del nombre de muchos jugadores, no sólo españoles, sus equipos etc etc.
Era un 17 de junio. Para templar los nervios, al menos yo, decidimos jugar un partidito de fútbol. Debido a la diferencia horaria el partido era de madrugada así que pudimos jugar por la tarde. Éramos siete, Cutillas, Chino, Alex, Gitano, Patas, Gordo y yo, nos faltaba uno. Mientras pateábamos la maleable pelota alguien sugirió que fuéramos a llamar a Jaime. Fuimos todos, balón incluido. Al llamar su voz ya nos indicaba que no podría bajar. –“Estoy castigado”- nos dijo, con un pequeño quebranto de voz –“……pero esperar, que va mi hermana, vale.-
Sin poder decir nada ninguno de nosotros colgó. ¿Su hermana? ¿Cómo que su hermana? ¿Una chica? ¿En el sacro santo territorio de los chicos?. El debate surgió en cuanto nos dejamos de mirar con cara de imbéciles.
-       No juego con una chica, dijo el gordo.
-       Pues no juegas tú, bola de sebo, respondió el Gitano.
-       Habrá que tener cuidado con ella, dijo Cutillas.
-       Pues yo voy a jugar igual que siempre, le respondió Patas.
-       No será para tanto, concluyó Chino.
-       Y si mejor jugamos los sieee….tttee, pude concluir la frase mientras se abría la puerta del portal donde vivía la familia de Jaime.
No sé los demás, pero no podía creer lo que veía. La hermana de Jaime, me llamo Arancha, nos dijo a todos, era espectacular. Era como ese gol de Maradona ante Inglaterra que habían repetido hasta la saciedad en un especial con ocasión del Mundial de Estados Unidos. Delicadeza, potencia, velocidad, inteligencia………y GOL. Alta pero no flacucha, pelo negro y largo, unos ojos inteligentes ………..y sobre todo unas tetas que hacían sombra al balón que llevaba en las manos.
-       ¿Vais a jugar con esa mierda de balón?, ¿en serio?, menos mal que he bajado.
Cuando nuestras cejas bajaron de la estratosfera formamos los equipos, por un lado, Cutillas, Chino, Alex, y Arancha; Gitano, Patas, Negro y yo, por otro, y comenzamos a jugar. Ese día no di pie con bola. No es que fuera una futura promesa pero tampoco me elegían el último, para eso ya  estaba el gordo, pero ese día era imposible concentrarse. Cada vez que golpeaba el balón sus flamantes tetas nos desconcentraban. Y encima jugaba, peleaba y empujaba como uno más. ¡Qué pena no estar en su equipo para abrazarme a ella para celebrar un gol¡ Cutillas lo intentaba cada vez que se marcaba un gol en su equipo, pero ella o lo evitaba o lo empujaba, y el único beso que conseguía era el de su culo con el suelo.
Tras varios minutos de partido me tocó de portero, había que turnarse, por goles, por tiempo, pero era una posición indeseada que prácticamente nadie quería.
Intenté concentrarme lo más posible, para ello siempre sonaba en mi cabeza una canción. Ese día tocaba insistentemente “Bamboleo” de los Gipsy Kings. Sí, lo sé, pero las hay peores, de hecho una vez repudié mi cabeza porque no paraba de sonar una de Loco Mía. Aún así no lograba concentrarme, esos movimientos turgentes me lo impedían.
Cuando conseguí deshacerme de mi nebulosa mental vi que se acercaban ellas tres hacía mi. Oí el temblor de mis huesudas rodillas. Se paró a escasos metros de mi, completamente sola, cual dibujo de Oliver y Benji, armó su pierna izquierda y su brutal golpeo iba dirigido hacía mi cara. Intenté evitarlo pero ese balón iba teledirigido cual zapatilla paterna destinada al castigo. Recuerdo el balonazo en la cara y un “joder, que hostia” de alguno de mis amigos. Pasados unos segundos varias cabezas tapaban el sol preguntándome cómo estaba, hasta que fueron apartados por ella y sus amigas. El bamboleo de culpabilidad que le llevó hasta mi posición me despertó repentinamente. Prometo que intenté mirarla a la cara pero cuando vi que al agacharse vi parte de esas bellezas, no me pude reprimir.
Del segundo desmayo no recuerdo nada. Mis colegas me contaron que ladeé la cabeza con una ligera sonrisa. El Patas pensó que había muerto por la leve erección que presentaba, asegurando a los demás que los ahorcados mueren empalmados, que lo decía una canción de Siniestro Total. Tras comprobar mi estado, Arancha me abofeteó excusándose en mi estado. Me contaron que sangré por la nariz y que ella abandonó discretamente la escena del crimen.
Cuando España fue eliminada por Italia en los cuartos de final, los aficionados al fútbol siempre recuerdan la escena de Luis Enrique sangrando por el codazo de Tassoti. Yo, sin embargo, siempre relacionaré esa sangre con la que derramé mientras gozaba de una saludable erección. Creo que ese balonazo, mi desmayo y mi erección han sido lo más cercano que he estado de la hipoxifilia en mi vida.
Pero ese no fue el mayor motivo de burla. Ni mucho menos. Al despertarme cantaba sin parar la canción de Gipsy Kings “Bamboleo”.
Durante años, cada vez que íbamos a algún bar, era solicitada al Dj de turno por mis amigos. Yo disimulaba mi mosqueo para que la bola no se convirtiera en una avalancha, pero cuándo nadie me miraba en el lado derecho de mi cara se dibujaba una gran sonrisa.
Pasados los años, una vez que abandoné mi barrio, vi a Arancha de lejos, paseando al lado de otra chica. Pensé que no me reconocería, porque pocas fueron las veces en las que coincidimos. Pese a ello me armé de valor y me dirigí a saludarla y a reírnos de ese incidente. Pero cuando estaba a escasos metros observé que cogía con la mano derecha a la otra chica de la cintura y con la mano izquierda acarició su mejilla antes de besarla apasionadamente.
Intenté disimular mi ojiplatismo cuando pasé a su lado. Deseé que ese balonazo que por unos segundos nos unió hubiera tenido algo que ver con la pasión con la que besó a esa chica.
Y que ojalá me pasara a mí también.