CAMINA PERO

CAMINA PERO
NUNCA DEJES DE CAMINAR.

sábado, 28 de septiembre de 2013

DAVID ES DAVID Y GOLIATH ES GOLIATH.



David se despertó como cada día. Ojeroso, decidió que, para ganar al imbatible Goliath, tendría que imitar sus gestos, vivir como él, dormir como él, absorber la esencia de su rival. Mientras se preparaba de ese modo para el día que se enfrentara con él, veía como caían todos los que se enfrentaban a Goliath. El día que se noto preparado para el enfrentamiento tuvo un sueño que le impidió descansar. En el sueño él era Goliath y era masacrado por el verdadero Goliath. Fue en ese momento cuando lo decidió. Cogio su honda, se tocó la cara y se reconoció como David.
No le hizo falta nada más que ser él mismo para derrotar a su rival.

viernes, 30 de agosto de 2013

ALGO MÁS QUE UN TROFEO.


Mourinho – Guardiola, es algo más que fútbol pero no voy a entrar en temas propiamente futbolísticos, nada de estrategias, táctica o títulos ganados con sus equipos, por uno y otro, sino lo que transmiten con sus declaraciones, actos, comportamientos usando sus equipos como telón de fondo.

Mourinho es el claro ejemplo de encantador de masas, de flautista de Hamelín, de manipulador de opiniones. Tiene mérito que haya estado en distintos clubes y haya generado adhesiones inquebrantables incluso tras su marcha. Tiene más mérito que en el Real Madrid, club e institución que ha hecho del “señorío” su santo y seña durante toda su historia, con lo que ello significa (respeto al rival, humildad, cortesía…) haya cambiado con su llegada y haya optado por el enfrentamiento con prácticamente todos los equipos, aficiones y entrenadores rivales, además de instituciones federativas, tanto nacionales como europeas, sin olvidar los árbitros.
Su opción es el una guerra civil sin cuartel. Mientras se gane, no importa el medio. Es “El Príncipe” de Maquiavelo con una pizarra de estrategia futbolística. Es “El Leviatán” de Hobbes de los banquillos y ruedas de prensa. Todos están contra él, incluso en su propio equipo. O conmigo o contra mí. La disyuntiva propia de líderes dictatoriales apelando al rasgo primario de la masa, la irracionalidad.
Los mediocres no pasarán por la puerta grande de la historia, aunque se hagan de títulos y titulares

Frente a él, y sin pretenderlo, porque no es su intención el enfrentamiento directo, aparece Guardiola. No se trata de un santo ni de un cordero, como le pintan muchos para poder atacarle, o como le intentan caracterizar sus partidarios para consagrarle como un mesías, en una suerte de hagiografía. Es un profesional de lo suyo que intenta vencer al rival pero con otros argumentos, construyendo su filosofía futbolística con los pilares de la discreción y la humildad, pero es competitivo, al máximo, pero esa competitividad es cooperativa, no genera odio, sino encuentros y asociaciones mutuas.
Es “El contrato social” de Rousseau o “La República” de Aristóteles. Todos sus actos y comentarios, incluyendo lo futbolístico, insisto, van enfocados al triunfo sin causar daños colaterales, al bien común de su grupo.

No hay mejor ciudadano que aquél que contribuye con su esfuerzo, trabajo y dedicación, a la mejor consecución del bien común, como aquello que satisface a la mayoría pero que no daña a la minoría.

jueves, 8 de agosto de 2013

El fútbol es mi realidad. Parte 2.

Parte 2. Eurocopa Inglaterra 1996.
1996. Era imposible evitarlo. Una y otra vez. Mirara donde mirara allí estaba ella. Mi erección. Y Uma Thurman en el poster de Pulp Fiction. Y a su derecha ellos: Zubizarreta. Cañizares. Molina. Juanma López. Belsué. Nadal. Sergi. Otero. Alkorta. Abelardo. Hierro. Amavisca. Caminero. Guerrero. Donato. Luis Enrique. Amor. Pizzi. Alfonso. Kiko. Manjarín. Julio Salinas.
Era el único modo de bajar mi persistente erección. Mirara donde mirara sólo veía estimulaciones para tener erecciones.
Los únicos momentos en que podía detener el ataque hormonal era meterme entre papeles para estudiar. La preparación para la selectividad también conllevaba alejarme de mi carpeta forrada de fotos de tías en pelotas.
Organizaba mis horas de estudio en la biblioteca para poder ver los partidos que se retransmitían una hora más que en Canarias. En esas mesas de ocho, con mi walkman sony escuchaba música clásica relajante para concentrarme. Mientras Vivaldi, Tchaickosky, Mozart, Beethoven etc repasaba el acné, las gafas, los escotes y las manías de mis compañeros de mesa. Las cuatro estaciones revisaban los granos e incluso alguna pús que otra de mi compañero de enfrente. Las gafas de la empollona de al lado iban acompañados del ritmo de Rachmaninoff en el piano. Las uñas que se arrancaba con ahínco el tarado de la mesa (siempre hay un tarado en la mesa) , las dejaba caer al ritmo de Strauss, en un papel al lado de sus bolígrafos, ordenados alfabéticamente por colores.
El panorama era desolador. De hecho era un acicate para estudiar más y más, y aprovechar aún más el tiempo para poder dedicarme a ver el mayor número de partidos de la Eurocopa.
El día que se clasificó España para los malditos cuartos de final, con ese postrero gol de Amor, me fui de la biblioteca con la suficiente antelación para dejar el sitio a alguien que entró ansioso de estudio y de huída de la casa paterna. No reparé en quién fue así que al día siguiente……..joder al día siguiente estaba en mi sitio otra persona. La manía de atribuir a los sitios propiedades cabalísticas en los exámenes era general en los estudiantes de ahí mi cabreo.
Cuando me dirigí a ese sitio para convencer a esa persona que se moviera a otra mesa en la que aún quedaban un par de sitios no pude articular palabra. Anodadado. Estupefacto. Flipando.
-       ¿Si? ¿Qué quieres? – me dijo aquella boca perfecta, ese timbre de voz maravilloso, esos labios suntuosos.
-       Ehh…ahhh…estoo….
Obviamente me fui después de ese gran argumento a la otra mesa con la única idea de no empalmarme antes de sentarme. Sólo repasaba esa camiseta blanca ceñida y su insinuante escote mirándome, susurrándome. Es verdad que luego miré sus ojos, su cara y su pelo.
La música de walkman atravesaba el conducto auiditivo y se perdía en algún recóndito lugar de mi cuerpo. No llegaba al cerebro colonizado por esa expresión.
No pasé ni una hoja de mis apuntes buscando un cruce de miradas que no se llegó a concretar. Ni la mayor tara que había contemplado en una mesa de estudio (un escuálido que estaba a mi lado, cada vez que terminaba un tema giraba el cuello y decía ¡ si, si. Bien bien!!.)podía distraerme de mi cometido.
El aire acondicionado tampoco impedía mi transpiración. Hubiera sido capaz de empañar los cristales de un Boeing 737 sin pasajeros.
Quise respirar, tomar aire fuera. Al inspirar, mis pulmones absorbieron la calle, la biblioteca, la ciudad entera. Al soltar el aire salió ella a fumar. Hasta esa costumbre fue bendecida. Quién fuera nicotina en sus labios y ser aspirado continuamente.
Producto de mi imaginación vi como se acercaba a dónde yo estaba, mirándome fijamente. Suspirar causa desconcierto mental.
Como en las películas antiguas de Hollywood, como una Lauren Bacall con acento castellano, después de soltar el humo me miró con detenimiento preguntándome:
o   ¿Qué te ha pasado ahí dentro?
o   Estaba cansado de estudiar – dije rápidamente, creyendo que era producto de mi imaginación. Cuando oí su contestación comprobé que no era así, lo que pasaba era real.
o   ¿Cansado? ¿Ya?...esto acaba de empezar – y concluyendo esa palabra sonrió tiernamente.
o   Ehhhh…ahhhh(no empieces, venga concentrate, ¡!si si, bien bien!!)bueno la verdad es que te iba a decir si podías irte a la otra mesa, ya sabes, cosas de ….
o   Manías, costumbres, cábalas para estudiar – dijo ella completando mi frase.
o   Eeeexaacto – dije aspirando todo lo que pude las vocales para disimular mi miedo. Notaba de nuevo sudor por todo mi cuerpo, los poros de mi piel a escasos centímetros de ella procedían a exaltarse.
La conversación fue relajándose de tal modo que cuando nos quisimos dar cuenta llevábamos más de media hora fuera y sonriendo con complicidad cómica decidimos tomarnos un café. Sólo con hielo para mi y un cortado para acompañar su tercer cigarro. Entre calada y calada salieron las letras de su nombre, Yolanda, y en ese momento y no en otro, maldije eternamente a Pablo Milanés.
Su pretendida seguridad iba cayendo del mismo modo que mi confianza iba en aumento. De tirarme el café solo en los pies pasé a hablar con una rotundidad impropia de mí. Me sentía el puto amo hablando pero con el cuerpo del Chavo del Ocho. Vulnerablemente seguro. Seguramente vulnerable.
Quedamos en un “nos vemos mañana en la biblio”. Y así fue. Ya no me importó más estar desplazado en otra mesa. Desde allí tenía vistas privilegiadas, primera línea de playa a sus ojos.
Al día siguiente volvimos, y al otro, y al otro, y mientras nos envolvíamos en nuestras palabras y miradas, los goles de Oliver Bierhoff y de Alan Shearer, los regates de Poborsky, la clase de Nevded, la más que incipiente magia de Zidane incluso las locuras de Gascoigne quedaban atrás, en otro sitio alejado de esa biblioteca y de ese bar, del refugio de nuestras risas y de la complicidad y de la superación mutua, de mi inseguridad y de tu seguridad.
 Pero ese día no regresaste. No supe más de ti. No me había preocupado en pedirte el teléfono, me parecía un paso muy avanzado y me parecía un retraso emocional sólo oír tu voz.
La verdad es que mi último examen fue dos días después de nuestro primer café pero obviamente me llevaba buena música y mucho papel e imaginación para no aburrirme. Además conforme pasaban los días no hacía falta llegar con antelación a la biblioteca.
Ese día te busqué por los alrededores, te esperé en la biblioteca y te ansié con un café con leche de media mañana. Pero no regresaste. Entre mirar los posos de café e intentar hacerme una carrera profesional como adivino opté por regresar a casa marcando mis pasos como si estuviera en la arena.
Al llegar a mi barrio me encontré a Piraña e inmediatamente le puse al día. Su cara paso de la incipiente emoción a una leve amargura como presuntamente le paso a mi cara en el mismo tiempo.
Tras un amago de suspiro, meter su rechoncha cabeza entre las piernas y poner los ojos en blanco, me puso la mano en el hombro, con la distante cercanía que imponía la época, y me dijo:
·         Espero que tu madre no haya lavado los pantalones manchados de café, porque si no te la encuentras va a ser lo único que te quede de ella.
Al final Piraña iba a ser un jodido poeta. Cabrón. Salté del banco chocando su mano y corriendo a toda prisa a mi casa. Tenía que encontrar ese pantalón.
No hizo falta. Ya lo tenía mi madre entre sus acusadoras manos “…se puede saber cómo te has manchado…no sale de ningún modo..”.
Ella no lo entendió, ni aunque le hubiera explicado como lo hice momentos antes con  Piraña, pero le di un beso y le quité el pantalón.
Me encerré en mi habitación. No olí la mancha (aunque por milésimas de segundo lo pensé) porque hubiera sido una mariconada que ni Winona Ryder. Tampoco me la meneé por respeto. Sí, por respeto. Puede resultar extraño porque lo había hecho con casi cualquier cosa pero así es. No sé si significaba mucho ese hecho, pero creo que fue más importante que cualquier charla subliminal de serie feminista.
Me quedé mirando fijamente esa mancha. Tenía forma de racimo de uvas. Si la hubiera olido me hubiera olido a decepción. Si la hubiera probado su sabor hubiera sido agridulce.
Abrí el walkman y me puse una cinta con música brit pop. Entre Blur, Oasis, Stone Roses, Elastica y Supergrass se coló un tema de la Eurocopa, de los Three Lions, “Football´s coming home”.
Me hubiera gustado que hubiera vuelto a nuestro hogar. No la volvía a ver y al pantalón terminé haciéndole una raja en la mancha para que mi madre no volcará su ira tirándolo a la basura.
Sabía que en ese agujero estaba ella, porque yo salí en menos tiempo del que creía.









jueves, 21 de marzo de 2013

EL FÚTBOL ES MI REALIDAD (PARTE 1).






 “EL FÚTBOL ES MI REALIDAD”






















                        PARTE 1. ESTADOS UNIDOS. 1994.
1994. Qué esperanzas tenía ese año. Repasaba una y otra vez esos nombres. Zubizarreta. Cañizares. Lopetegui. Ferrer. Nadal. Sergi. Voro. Otero. Alkorta. Abelardo. Camarasa. Hierro. Guardiola. Bakero. Caminero. Guerrero. Felipe. Beguiristain. Luis Enrique. Juanele. Goicoetxea. Julio Salinas.
Repasaba sus equipos, sus edades, sus caras. Una y otra vez. El póster que coloqué en mi habitación me ayudaba en ocasiones. A mis 15 años, mi ingenuidad y candidez eran más poderosas que mis hormonas, aún contenidas y reprimidas. Sí, vale, me la meneaba (¿quién no?) pero el consabido miedo al ridículo, a las negativas y al desconocimiento del incipiente mundo femenino me provocaban centrarme en otras cosas. Bueno, no. En una multiplicada por ene veces. En fútbol. Fútbol. Fútbol. Y fútbol. Bueno y deportes en general.
Y llegó el momento esperado. Yo pensaba que era hora de desgafar a nuestra selección y que tendríamos que ganar ese Mundial. Estados Unidos. Un país tan venerado como despreciado. Me incluía entre estos últimos por el simple hecho de que no sabían que iban a celebrar un mundial de fútbol. Soccer lo llamaban. Ignorantes.
España estaba encuadrada en el grupo del actual campeón, Alemania, Bolivia y Corea del Sur. Contra estos últimos empezábamos el torneo. Mis nervios no me dejaban concentrarme en nada, ni siquiera en una desganada paja. Mi padre me empezó a contar “Diego, no te hagas ilusiones”, que él había visto como “esta gente” la cagaba muchas veces, que si un tal Cardeñosa, que si Naranjito, que si el penalti de Eloy, bla bla, aunque sé que si me contaba esas cosas era porque él también creía en que pudiéramos ganar algún Mundial o una Eurocopa. De esas cosas no me acordaba mucho, sé que siendo muy pequeño metimos 12 goles a una selección insignificante, Malta (durante muchos años siempre dije Manta) y poco más. Los recuerdos eran nebulosas en mi cerebro, recordaba goles y partidos pero más de lo que había oído, leído y visto posteriormente que de esos momentos. Además llegué a la firme convicción que en esos momentos carecía de profundos y sólidos conocimientos futbolísticos, y que ahora, en ese momento, si los tenía, basándome en que sabía del nombre de muchos jugadores, no sólo españoles, sus equipos etc etc.
Era un 17 de junio. Para templar los nervios, al menos yo, decidimos jugar un partidito de fútbol. Debido a la diferencia horaria el partido era de madrugada así que pudimos jugar por la tarde. Éramos siete, Cutillas, Chino, Alex, Gitano, Patas, Gordo y yo, nos faltaba uno. Mientras pateábamos la maleable pelota alguien sugirió que fuéramos a llamar a Jaime. Fuimos todos, balón incluido. Al llamar su voz ya nos indicaba que no podría bajar. –“Estoy castigado”- nos dijo, con un pequeño quebranto de voz –“……pero esperar, que va mi hermana, vale.-
Sin poder decir nada ninguno de nosotros colgó. ¿Su hermana? ¿Cómo que su hermana? ¿Una chica? ¿En el sacro santo territorio de los chicos?. El debate surgió en cuanto nos dejamos de mirar con cara de imbéciles.
-       No juego con una chica, dijo el gordo.
-       Pues no juegas tú, bola de sebo, respondió el Gitano.
-       Habrá que tener cuidado con ella, dijo Cutillas.
-       Pues yo voy a jugar igual que siempre, le respondió Patas.
-       No será para tanto, concluyó Chino.
-       Y si mejor jugamos los sieee….tttee, pude concluir la frase mientras se abría la puerta del portal donde vivía la familia de Jaime.
No sé los demás, pero no podía creer lo que veía. La hermana de Jaime, me llamo Arancha, nos dijo a todos, era espectacular. Era como ese gol de Maradona ante Inglaterra que habían repetido hasta la saciedad en un especial con ocasión del Mundial de Estados Unidos. Delicadeza, potencia, velocidad, inteligencia………y GOL. Alta pero no flacucha, pelo negro y largo, unos ojos inteligentes ………..y sobre todo unas tetas que hacían sombra al balón que llevaba en las manos.
-       ¿Vais a jugar con esa mierda de balón?, ¿en serio?, menos mal que he bajado.
Cuando nuestras cejas bajaron de la estratosfera formamos los equipos, por un lado, Cutillas, Chino, Alex, y Arancha; Gitano, Patas, Negro y yo, por otro, y comenzamos a jugar. Ese día no di pie con bola. No es que fuera una futura promesa pero tampoco me elegían el último, para eso ya  estaba el gordo, pero ese día era imposible concentrarse. Cada vez que golpeaba el balón sus flamantes tetas nos desconcentraban. Y encima jugaba, peleaba y empujaba como uno más. ¡Qué pena no estar en su equipo para abrazarme a ella para celebrar un gol¡ Cutillas lo intentaba cada vez que se marcaba un gol en su equipo, pero ella o lo evitaba o lo empujaba, y el único beso que conseguía era el de su culo con el suelo.
Tras varios minutos de partido me tocó de portero, había que turnarse, por goles, por tiempo, pero era una posición indeseada que prácticamente nadie quería.
Intenté concentrarme lo más posible, para ello siempre sonaba en mi cabeza una canción. Ese día tocaba insistentemente “Bamboleo” de los Gipsy Kings. Sí, lo sé, pero las hay peores, de hecho una vez repudié mi cabeza porque no paraba de sonar una de Loco Mía. Aún así no lograba concentrarme, esos movimientos turgentes me lo impedían.
Cuando conseguí deshacerme de mi nebulosa mental vi que se acercaban ellas tres hacía mi. Oí el temblor de mis huesudas rodillas. Se paró a escasos metros de mi, completamente sola, cual dibujo de Oliver y Benji, armó su pierna izquierda y su brutal golpeo iba dirigido hacía mi cara. Intenté evitarlo pero ese balón iba teledirigido cual zapatilla paterna destinada al castigo. Recuerdo el balonazo en la cara y un “joder, que hostia” de alguno de mis amigos. Pasados unos segundos varias cabezas tapaban el sol preguntándome cómo estaba, hasta que fueron apartados por ella y sus amigas. El bamboleo de culpabilidad que le llevó hasta mi posición me despertó repentinamente. Prometo que intenté mirarla a la cara pero cuando vi que al agacharse vi parte de esas bellezas, no me pude reprimir.
Del segundo desmayo no recuerdo nada. Mis colegas me contaron que ladeé la cabeza con una ligera sonrisa. El Patas pensó que había muerto por la leve erección que presentaba, asegurando a los demás que los ahorcados mueren empalmados, que lo decía una canción de Siniestro Total. Tras comprobar mi estado, Arancha me abofeteó excusándose en mi estado. Me contaron que sangré por la nariz y que ella abandonó discretamente la escena del crimen.
Cuando España fue eliminada por Italia en los cuartos de final, los aficionados al fútbol siempre recuerdan la escena de Luis Enrique sangrando por el codazo de Tassoti. Yo, sin embargo, siempre relacionaré esa sangre con la que derramé mientras gozaba de una saludable erección. Creo que ese balonazo, mi desmayo y mi erección han sido lo más cercano que he estado de la hipoxifilia en mi vida.
Pero ese no fue el mayor motivo de burla. Ni mucho menos. Al despertarme cantaba sin parar la canción de Gipsy Kings “Bamboleo”.
Durante años, cada vez que íbamos a algún bar, era solicitada al Dj de turno por mis amigos. Yo disimulaba mi mosqueo para que la bola no se convirtiera en una avalancha, pero cuándo nadie me miraba en el lado derecho de mi cara se dibujaba una gran sonrisa.
Pasados los años, una vez que abandoné mi barrio, vi a Arancha de lejos, paseando al lado de otra chica. Pensé que no me reconocería, porque pocas fueron las veces en las que coincidimos. Pese a ello me armé de valor y me dirigí a saludarla y a reírnos de ese incidente. Pero cuando estaba a escasos metros observé que cogía con la mano derecha a la otra chica de la cintura y con la mano izquierda acarició su mejilla antes de besarla apasionadamente.
Intenté disimular mi ojiplatismo cuando pasé a su lado. Deseé que ese balonazo que por unos segundos nos unió hubiera tenido algo que ver con la pasión con la que besó a esa chica.
Y que ojalá me pasara a mí también.

jueves, 3 de enero de 2013

OTRO CUENTO (ANÓMALO) DE NAVIDAD.


Cansado de cabecear por las noticias económicas que veía o leía, decidió pasar a un rincón retirado de lo que jamás creyó que iban a contemplar sus ojos, la codicia insaciable se cobraba víctimas entre los que creía suyos, los que jugaban con los números económicos, como decía él.
Una cosa eran los juegos y otra las personas.
Cambió todos sus títulos por el dinero que ahora veía tan degradado. Lo único que le animaba era el intercambio de e-mails y llamadas con Warren Buffet. Se conocían desde hace décadas y contemplaba seriamente la posibilidad de ser las dos únicas personas con alma dentro de ese agujero especulativo.
Faltaban pocos días para el comienzo de otra vorágine: la navideña. Desde la prematura muerte de su mujer y el distanciamiento de sus dos hijos, justificado según él mismo porque no estuvo cuando tenía que haber estado, veía estas fiestas con una fiera indiferencia. Aún así se desplazaba cada año a una de las casas de sus hijos. Todo se desplaza en la memoria en estos días.
Tras observar el mismo ritual año tras año, en distintos tipos de personas, decidió invertir parte de sus ganancias en aclarar lo que él creía haber comprobado tras tantos años, que la actitud de las personas en las fiestas navideñas se clasificaba, burdamente, en: una excesiva pasión o una intensa apatía. También había concluido que las personas camuflaban mediante la indiferencia alguna de estas dos actitudes anteriores.
Consultó con su amigo Warren y le pareció una gran idea. Encargó el mismo estudio a diversas universidades que destacaban en el campo de los estudios sociológicos. Al no importarle el dinero y si la premura en obtener los resultados, no escatimó en ofrecer las cuantías desorbitadas que dichos departamentos pedían, siempre y cuando le dieran los resultados antes del día 24 de diciembre.
Antes de la fecha fueron llegando los resultados. Uno tras otro, todos los estudios obtenían la misma conclusión: En Navidad se podía pasar de dos formas:
·         De una forma apacible, bien y correcta.
·         O en familia.
Su sonrisa derivó en una sonora carcajada. En ocasiones, el dinero sirve y es válido, sobre todo cuando reafirma las convicciones personales que uno ya tenía.