CAMINA PERO

CAMINA PERO
NUNCA DEJES DE CAMINAR.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Estupideces futbolísticas pre-adolecentes.


Fue octubre del 90. En mi cabeza los nombres de Ivic, Futre, Schuster, Gil se mezclaban en un murmullo continuo de voces desconocidas, en eso que luego oiría muchas veces como "rún-rún". 
Mi padre encabezaba la expedición y mis hermanos y yo seguíamos su ritmo. Me recordaba a una película de Tarzán que habíamos visto el día anterior. Cada pequeño paso que dábamos, cada escalón que subíamos del estadio Vicente Calderón era un incremento de la respiración, un aumento del ritmo cardíaco.
Hasta que subidos al último, nuestras menudas cabezas contemplaron el césped, pudimos olerlo, veíamos la cara de otros como nosotros, con quienes acomodaríamos nuestros uyyysss, ayss, y demás onomatopeyas que cristalizan todos los saberes y conocimientos futbolísticos previos. Durante el partido no parábamos de sonreírnos entre nosotros. No nos lo creíamos. Hemos ido muchas veces después de ese día, sí, pero como esa ninguna.
Pero aparte de mis sensaciones recuerdo que ese día fue titular un jugador rápido, menudo y hábil. Era Sabas, un chaval de Leganés, como nosotros. Sustituía al líder local, al venerado Futre, y la presión pudo con él porque no terminó el partido, fue sustituido porque tuvo un principio de arritmia, según dijeron los periódicos al día siguiente.
Por un momento pensé que cualquiera de nosotros tres le habíamos transmitido nuestra emoción y eso le desbordó. Busqué la mirada cómplice de mis hermanos pero permanecían atentos al partido. Era el pensamiento estúpido de un pre-adolescente pero en aquel momento me pareció muy motivado ya que unos meses antes, jugando con nuestro primo y unos amigos, nos encontramos a Sabas. Casualmente vivía muy cerca de nuestro primo, y echando valor nos apresuramos a pedirle un autógrafo. En una época donde no había tanta invasión tecnológica era todo un acontecimiento encontrarse con alguien por la calle a quién reconociéramos todos como “famoso”. Me parece que fui yo quién, intentando disimular el aflautamiento de mi voz, le pedí ese favor. Al acceder a firmárnoslo, los demás le ofrecían el cromo donde aparecía Sabas y éste lo firmaba, no sin desgana por cierto, cuando me di cuenta que no tenía “su” cromo. Como no estaba dispuesto a perder esa oportunidad, cogí el primer cromo de un jugador del Atlético de Madrid y se lo ofrecí. Tras firmármelo, la desgana devino en extrañeza: “Este no soy yo”, me dijo. Me callé y acepté el bochorno y las bromas durante más de una tarde.


Más tarde la experiencia me haría saber que, además del fútbol, otras situaciones me provocarían vuelcos en el corazón, que hay negativas que duelen más que patadas, engaños más lacrimógenos que una derrota injusta y ausencias más sentidas que penaltis no pitados.