CAMINA PERO

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NUNCA DEJES DE CAMINAR.

miércoles, 25 de julio de 2012

PERSIANAS BAJADAS.

No le gustaron las cortinas. Le impedían ver el espectáculo nocturno que le mostraban las persianas todas las noches. Esas rendijas de luz que se introducían desde la calle hasta su habitación. Se quedaba mirándolas   y cómo se movían lentamente, o eso le parecía a él.

Había procurado que la casa en la que se instaló tuviera persianas eléctricas, nada de manuales. Eso le recordaba el incidente que tuvo al bajar unas persianas hace muchos años en un piso de estudiante. Bajarlas era un gesto artificial porque en esa habitación entraba poca luz, pero era un gesto mecánico que le empujaba al sueño. Cuando bajo la persiana escuchó un corto pero perfectamente audible grito animal. Ese pequeño grito le empujó de nuevo a la vida, abrió el tambor del mecanismo de la persiana y se encontró con un pequeño gorrión aplastado entre las láminas. Sólo sobresalía el pico y plumas. 

En un momento de la noche, observó que no apreciaba esos pequeños hálitos de luz. Se sentó en la cama, y pulsó el botón para subir las persianas. Observó entonces una impresionante maraña d edificios incoherentemente situados. Abrió la ventana y su olfato percibió un penetrante olor a asfalto. Inmediatamente sobre su rostro cayó una lagrima que fue directa y rápidamente del ojo derecho a la comisura de los labios.

Metió la cabeza entre los brazos maldiciendo. Pasado un buen rato levantó de nuevo la cabeza y observo lejana pero perceptiblemente una playa siendo despertada suavemente por un matutino sol anaranjado. Al levantarse de la cama un golpe de brisa marina acaricia su rostro. En esta ocasión la lágrima que brota de su ojo derecho circunda su cara escapándose por la mejilla.

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